En contadas ocasiones se encuentra la parcela perfecta; este es uno de esos casos. Ubicada sobre una colina con vistas 360º a la Costa del Sol y orientada al sur, esta villa de 1.200 m² captura la luz mediterránea en su máxima expresión.

La arquitectura surge de la propia tierra, inspirada en sus tonos terrosos y desplegándose en formas orgánicas y escultóricas. Cada pliegue y giro abraza una vista distinta del paisaje, convirtiendo la villa en una obra de arte habitable. Un diseño audaz y armónico que redefine el lujo, donde la naturaleza y la arquitectura se funden en perfecta unidad.